Un millón de personas pasaron entre el 13 y 14 de junio 2018 por las cercanías del Congreso. El feminismo las juntó y, en ese preciso momento, comprendimos el concepto de ser una marea. Una marea que se formó con las lágrimas de felicidad que destiñeron nuestros pañuelos verdes. El feminismo en las calles, cada rato en las redes sociales hablando, educando, presionando, fueron nuestro faro en el medio de la noche. Ese pañuelo nos sirvió de vela en el medio de la tormenta porque nos llevó con nuestra pequeña balza a tierra firme.